miércoles, 30 de septiembre de 2009

Ya son las cuatro, preciosa.

Corremos en nuestra cama lo más rápido que queremos. La veo y quiero retrasarla, quiero abrazar su cintura, quiero sentir sus pezones, estoy apurado y ella lo sabe. Digo cosas y el ambiente no deja de ser una máquina descompuesta generadora de espacios. Nuestros intervalos… ¿Así sabe la juventud? Tengo arrugas en el corazón. El tiempo me exige demasiado, quiero dormir a su lado y demorarme todo lo que quiero en pocos segundos… Claro, claro que sí. Sí hay tiempo para suspirar.

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