miércoles, 15 de abril de 2009

Castillo sucio.

Mi espalda se vuelve fría y sucia en tu suelo de cemento, convulsiono mientras te observo, estás perdida, lo sabes. Afuera ladra tu chusco, adentro maúlla tu engreída. Estás perdida, estás perdida. Mi muerte te tiene en sus manos, tu terror me tiene en sus manos. Debí amarte más temprano hoy, debí amarte antes del almuerzo, que pena pues.

Mini castillo.

La memoria me hace sonreír hoy, me proyecta, me hace fruncir el seño. Su casa es un mini castillo con vista al mar, con la luna en la cabeza y con escondites oscuros como el mismísimo gusto. Tengo tantas ganas de zambullirme entre sus almohadas. Tengo tantas ganas de pensar que me quedaré con ella hasta que se me acabe una etapa.

El fin de los enamorados.

Hoy vieron a Gloria rodar por las escaleras. Ayer escucharon las últimas balas de Braulio. Mañana olerán mi cerebro, mis dientes.

Pileta sin colores.

Caminamos hasta la cuadra trescientos cuarenta y dos y ella dijo que a pesar de que la noche estaba hermosa, no le gustaban las estrellas. “Están muy coquetas…” Le invite un helado de menta y ella me compró una gaseosa blanca. Debíamos volver a casa pero ella insistió en que nos quedáramos a observar la pileta… estaba muy aburrida. Qué más da, nos abrazamos e intentamos hacer el amor. Tengo muchas ganas de decirle que no quiero sentir su alma.

Timbrar.

El celular se arrodilló en el charco de sangre y apagó su pequeña linterna. “Ni siquiera un cuarto de batería” pensó. Esperó a que alguien pasara por su lado, que alguien llamara para poder timbrar… para que alguien escuchase… “Resiste” (le decía al moribundo)… “me sé el número de la ambulancia pero…” pero no tenía pulgares.

Libros y cabellos.

Hoy fue un día de su sonrisa. De su cintura. Sus párpados. Manos. No siento que la quiero, siento un gusto por ir al cine que ni se imagina…