miércoles, 15 de abril de 2009

Pileta sin colores.

Caminamos hasta la cuadra trescientos cuarenta y dos y ella dijo que a pesar de que la noche estaba hermosa, no le gustaban las estrellas. “Están muy coquetas…” Le invite un helado de menta y ella me compró una gaseosa blanca. Debíamos volver a casa pero ella insistió en que nos quedáramos a observar la pileta… estaba muy aburrida. Qué más da, nos abrazamos e intentamos hacer el amor. Tengo muchas ganas de decirle que no quiero sentir su alma.

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