martes, 15 de noviembre de 2011

Sábados y piernas.


Me quedé en estado de hipnosis, recordando como la luz bordeaba su cintura. El miedo, la valentía y la necesidad de no meditar el porqué. Ella era paz y guerra como todo lo que me rodeaba aquel sábado de muerte.
Me puse de pie y con un beso cansado le dije que volvería.
Me alejaba caminando por el pasillo, recordando cual era mi debilidad. La dejé con todo lo que le importaba, con lo que le servía y con lo que necesitaba, nada sentimental, nada de fotos, ni rastro ni reclamo. Me esperaría una, dos o quizá tres horas. Sabría que terminó perdiendo la noche, que me había dado cuenta de su alma destructora y que me iba para no volver a sus piernas nunca más. Iba a ser lo mejor, un dolor sin efectos duraderos, una distracción que terminaría por esfumarse.
Caminaba y estaba ya lejos, convenciéndome, decidiéndome. Y si, pude no haber vuelto.



No hay comentarios.: