sábado, 24 de mayo de 2008

La cuarta montaña.

El caballero de la orden naranja tenía la armadura oxidada. Caminaba por la desolada montaña con los ánimos, aún no apagados. Atrás, unos cuervos blancos hacían piruetas en el aire. Adelante un grupo de “Delemers” devoraban a un caballo negro. Negro como la vegetación colina abajo. El caballero de la orden naranja acaba de pasar por mi lado, y finalmente se ha detenido a 100 metros de los “Delemers”.

Sólo uno de los estúpidos delemers se ha dado cuenta de su presencia y se lo queda mirando. Se pone de pie, si es que a esa postura se le puede decir así. Ahora los Delemers se han dado cuenta y están dejando de comer.

El caballero naranja ha desenvainado su oxidada espada. Los delemers corren hacia él. Son más o menos 15, dios mió. Me es imposible creer que el caballero sobreviva a esto.

Le corta la cabeza en dos a uno de ellos. Un delemer pierde un brazo. Otro pierde un pedazo de eso que tienen en la espalda. No se que ha pasado, el caballero está en el aire y repentinamente a caído al suelo. Los delemers lo levantaron en peso. Veo sangre. Veo un fluido. Los delemers se acercan a paso ligero. ¡No!... un….un dolor… han terminado por verme. Siento nuevamente mis piernas, pero lo que siento no es agradable. Parece que acompañaré al caballero naranja al purgatorio. Oigo sus gritos… “no grites… que tu miedo me contagia…” (maldita sea la hora en que me caí de ese caballo...)

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