Se apellidaba Malo. Le gustaba inyectarse en el brazo derecho y seducir a sus amigos en los tiempos de calma. Había aprendido en pocos años a defenderse de las multas y las penas que solían rodearla sin ninguna clase de “comillas”.
Tenía las ojeras más grandes que había visto Andrés en toda su vida. Sus pechos le hacían recordar a su joven prima fallecida. Su voz era amigable y aparentemente segura. Su caminada era un espectáculo únicamente para los que ya estaban sometidos a su pequeña telaraña mental. Sí… a Malo le gustaba la música con guitarras eléctricas… podía comer kilos de helado de menta y siempre resultaba ser una gran amiga en tiempos difíciles. Una amiga de verdad. Por eso… Andrés tenía una razón adicional por la cual odiar más a los tiempos difíciles.
Malo parecía estar resfriada… cuando sus oídos no escuchaban música.
1 comentario:
Este me recordó a mi gemela inexistente.
De hecho hasta su amigo se llama igual.
La rareza siempre me sorprende.
Gracias por pasar por mi espacio.
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