sábado, 30 de agosto de 2008

El poste de la cabaña.

Cuando caminábamos por la vereda me di cuenta de que habías abandonado el odio. Los diamantes en tus muñecas y el brillo de tu boca estaban lejos de la admiración en las personas. Tu cintura se sentía, por fin, cálida. La moralidad de tus antiguos engaños estaba de vuelta en casa. Y nosotros, abrazados, lejanos a la ermitaña ciudad, encontramos esta pequeña luz naranja. Y descansaste. Descansaste.

3 comentarios:

Martina Tolosa dijo...

eei un beso grande !
gracias x la buena onda

i r i s e s dijo...

quizás ella haya tenido un ovario disfórico... ummm, es que eso suele pasar...

(la frialdad en la cintura es una característica persistente)

Princess_Manson dijo...

sin mas inoportunidad..
lo mismo os digo, un placer idem de idem.