El poste de la cabaña.
Cuando caminábamos por la vereda me di cuenta de que habías abandonado el odio. Los diamantes en tus muñecas y el brillo de tu boca estaban lejos de la admiración en las personas. Tu cintura se sentía, por fin, cálida. La moralidad de tus antiguos engaños estaba de vuelta en casa. Y nosotros, abrazados, lejanos a la ermitaña ciudad, encontramos esta pequeña luz naranja. Y descansaste. Descansaste.
3 comentarios:
eei un beso grande !
gracias x la buena onda
quizás ella haya tenido un ovario disfórico... ummm, es que eso suele pasar...
(la frialdad en la cintura es una característica persistente)
sin mas inoportunidad..
lo mismo os digo, un placer idem de idem.
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