viernes, 1 de agosto de 2008

Lineas blancas.


Los audífonos estaban malogrados y creía que podría escuchar la música en su cabeza sin mayores problemas. Equivocación casi total. Frente a la carretera, camino hacia donde parecía ser adelante recordando que aún le dolía el cuerpo. “Nervios…”


El primer día que estuvo en ese lugar aprendió su noveno carácter. El segundo día, lo había olvidado. El tercero, no aprendió nada.

Bueno,
era de noche en ese momento y no se había acostumbrado a fingir para si, que el frío no afectaba. Era momento de correr… no lo hacía desde la infancia. Al correr ante la gente tenía la extraña sensación de que se burlarían… no lo hacía como dicen las reglas que debería hacerse. Entonces, sin más que pensar, excepto en lo genial que sería intentarlo, corrió. Corrió mucho… podía sentir que el viento entraba a sus oídos y escuchaba la música que la madre de todos tocaba, ahora, para su mente.

Y los postes le luz le daban ánimos a cada paso, las líneas borrosas en el pavimento le decían que su velocidad era de una armonía insuperable. La tierra simplemente descansaba… creyó que su corazón se detendría… y se sintió feliz, sintió inseguridad endemoniádamente cargada de una felicidad bella. Pero el cuerpo le dijo que era hora de detenerse… con la promesa de futura alegría. “Promesas…”. Fue entonces cuando se animó a recordar que tenía dinero en el bolsillo. Y resultó, que no había aprendido nada.

No hay comentarios.: