sábado, 26 de julio de 2008

Los Mivitas del sur.

Semoc recorrió casi toda la ciudad antes de encontrar su albergue. Y al fin entre la niebla pudo divisar a Niara. En la esquina de una calle, en la entrada de una casa.

Entró y Niara lo siguió, le preguntó que había para poder comer. Y fue en ese momento en donde Niara se sentó en la mesa y comenzó a llorar. Era un llanto de esos que no se podían parar fácilmente. Tandro, al verla por varios segundos le preguntó que era lo que le sucedía.

Sin embargo Niara no contestó, siguió llorando. Tandro un poco malhumorado le ruega que por favor le cuente lo que le pasaba, no entendía en absoluto por qué repentinamente se puso a llorar. Le siguió rogando hasta que tuvo que amenazarla para que hablase. Al fin, Niara dijo. “Semoc, tu amigo leal, ese idiota al que le decías hermano, ha venido aquí antes que tú y me a querido violar… Yo he gritado, pero él me a amenazaba con asesinarme.”

“Pero… de que hablas. Miserable perra, tú eres una de las peores mierdas que he conocido en este país…”

Al oír esto, Niara llorando ahora de amargura, se levantó de la mesa y golpeándola con las manos le dijo gritando. “No me hables de esa manera, maldito asesino, ¡puerco!, deberías agradecer lo que hago por ti. Pero no, me humillas, me llevaste al bosque a tener relaciones contigo y dos de tus amigos. ¡Perro! Ojala y te asesinen en una de tus batallas. ¡Cobarde!”

“Niara… dame algo de comer quieres.” Y tocaron la puerta. “¡Quien!”. “¡Tandro!”

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