Ahora se pasean por la gran ciudad. Están condenados, pero les interesa un pimiento. Dan vueltas en patines rodeando las piletas más grandes del lugar. No se detienen a insultar a otros peatones ni a golpear levemente a los automóviles. Ya no están solos. Tienen un momento y el momento de disfrutarlo era aquel. La infinidad de tristezas antecedentes en sus vidas, se decidieron olvidar. El cielo es celeste, y así se quedara por lo menos, un para de horas más.
A lo mejor, en una de las esquinas vean a la tristeza pidiendo por su ayuda, la caridad… en dos horas. Ahora, rodean las piletas. Que gusto, es verdad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario