miércoles, 9 de julio de 2008

Normal… Eduard.

Un cuarto para las seis. Espero frente a un semáforo con luz roja. En el asiento de mi derecha, hay una bolsa con el desayuno de hoy. En el asiento de atrás, un perro de peluche enorme.

Seis de la mañana. Estaciono el auto frente a mi cochera. Antes de entrar a casa sonrío y pienso en aves sobrevolando el mar… en una taza de café no muy cargada…

Seis y veinte. El desayuno está servido en la mesa. En la pared… la fotografía de mi esposa parece iluminarme. Marco, mi hijo, acaba de cumplir nueve años. Aún está descansando. Quisiera que me acompañe a desayunar, pero es domingo… Él es un buen estudiante…

Apago mi celular. Sé que Melisa me llamará en cinco minutos. Me llamará aún sabiendo que he apagado mi celular. Ella sabe que estoy triste… nunca se lo digo… pero... que mierda, ella lo sabe. Mi esposa ya no vive con nosotros. Se fue, y Melisa me hace compañía de vez en cuando. Nunca la traigo a casa, Marco se incomodaría… uno sabe que es lo mejor para su hijo.

El sol afuera está a “todo dar.” Quisiera no ir a trabajar. Estoy cansado… mis compañeros, bueno… no muchos se llevan de maravilla con un hombre de casi sesenta años. No me quejo… pero es que…

El café se enfrió de nuevo. Supongo que prenderé el celular… no… luego iré a verla. O mejor regreso temprano a casa… Quizá mi hijo quiera contarme algo… la verdad lo que me cuenta no es nada entretenido. Me siento viejo sin mi Vanesa… ella me quería tanto… bueno,… a quien le puede interesar las quejas de un casi anciano. Ya es hora, a trabajar nuevamente… los edificios no se construyen solos…

1 comentario:

Adrii dijo...

wow!
no me habia percatado de q habias actualizado tanto...
este estuvo genial